El razonamiento humano fundamental se hace de dos modos: a través de la deducción y a través de la inducción (conocidas como inferencia deductiva e inferencia inductiva).
El método deductivo consiste en razonar partiendo de una premisa de tipo general, aceptada, fiable e inferir conclusiones parciales. La certeza de esta proposición inicial puede ser por intuición, o sea, la mente tiene una sensación clara de aquello que es verdad, o puede serlo porque hay datos o evidencias, o bien porque la proposición es fruto de una definición o axioma. Veamos un ejemplo: podemos razonar que si todas las personas de la Unión Europea tienen derecho a la libre circulación por el territorio común, y yo soy un ciudadano de la UE, entonces yo puedo circular libremente por los países de la UE. He efectuado un razonamiento o inferencia deductiva: de una premisa general ("Todos los ciudadanos de la Unión Europea tiene derecho a la libre circulación por el territorio") he inferido una conclusión particular ("Yo, que soy ciudadano de la UE, puedo viajar libremente por el territorio"). La certeza del razonamiento deductivo, en este caso, parte de que la verdad inicial lo es por definición
La otra manera de razonar, la inducción, parte de una serie de hechos parciales, concretos ( las premisas), que se repiten de forma regular y que se pueden observar; a raíz de esta serie, se infiere una conclusión general. Observo que cada día se pone el Sol por el oeste y hago una inducción con una conclusión general que dice que el Sol se pone por el oeste. Es el mecanismo de razonamiento que justifica las generalizaciones que hacemos en nuestra vida cotidiana y que hacen también los científicos cuando observan regularidades e infieren conclusiones.
Los razonamientos deductivos son útiles porque si están bien construidos, siempre son verdad; es decir, si las premisas son verdad, necesariamente la conclusión será cierta. Puede pasar que las premisas sean falsas y entonces ya no tenemos la seguridad de que la conclusión sea cierta lógicamente. Las matemáticas utilizan este método deductivo ya que proponen unas premisas ciertas, los axiomas, y a partir de estas premisas van sacando conclusiones, siempre con la seguridad de que el axioma era cierto por definición.
La ciencia también hace deducciones cuando puede afirmar leyes o hecho con toda certeza. Por ejemplo, un ingeniero, cuando diseña un puente, deduce la resistencia de los materiales a partir de la certeza de que el hierro o el cemento tienen unas propiedades determinadas. En nuestra vida cotidiana utilizamos a menudo las deducciones a partir de las certezas que sabemos por experiencia o intuición. Por ejemplo, si una puerta de un armario está abierta, deducimos que alguien o algo la ha abierto porque partimos de una suposición cierta: Las puertas de los armarios no se abren solas.
La deducción tiene dos riesgos: El primero es que, a partir de la certeza general o inicial, el razonamiento no sea lógico o no tenga coherencia. Este riesgo se resuelve con la lógica que ha definido con precisión las reglas correctas del razonamiento deductivo, o sea qué estructuras de razonamiento deductivo pueden considerarse válidas. El segundo riesgo es que la certeza inicial a partir de la cual hagamos la deducción sea fruto de la intuición. Las intuiciones de la mente no son necesariamente ciertas pero las personas, a menudo lo creen y razonan como si lo fuera. Así pues, si yo tengo la intuición de que los ordenadores se estropean si funcionan el día de luna llena, deduciré que si se me estropea el ordenador ese día es por esta causa o bien deduciré que los días de luna llena hay que tener los ordenadores apagados para evitar que se estropeen. Es un ejemplo de una deducción que parte de una premisa intuitiva falsa. Para corregir este riesgo hay que ser muy prudentes con las intuiciones antes de convertirlas en certezas.
La deducción, junto con la inducción, son dos competencias claves de cualquier razonamiento y se complementan en muchas situaciones.
(Muñoz Redón J. y Güell Barceló M. Historia de la filosofía. 2º Bachillerato. Programa Praxis. Competencias para el siglo XXI. Editorial Octaedro. Barcelona. 2009).