Aunque desconocemos si alguno de nuestros filósofos llegó a dejarse cresta, un cínico y un punk comparten lugares comunes. El punk ha conservado algunos de los principios centrales del cinismo, como la parresía (franqueza de palabra) y la anaideia (desvergüenza), y por ello puede servirnos como una imagen moderna de esta filosofía existencial antigua. A través del punk, más cercano a nosotros, podemos entender con facilidad en qué consistía ser un cínico.

El punk fue un movimiento contracultural que rescató y actualizó los postulados existenciales del cinismo a golpe de guitarra amplificada. Surgió en Inglaterra y Estados Unidos durante los años setenta como la respuesta que un grupo de jóvenes ofreció a una sociedad que les había dado la espalda en un momento de profunda crisis económica. Las tres sociedades- la griega, la inglesa y la estadounidense- se caracterizaban por tratar de imponer a los individuos un amplio código de rígidas normas de conducta y un único modelo de ser humano. Al individuo de estas sociedades se le dejaba bien claro qué era lo que debía hacer para ser un “ciudadano decente”.

En los garajes de los barrios obreros de ciudades como Londres se reunieron grupos de adolescentes insatisfechos, rebeldes y contestatarios, dispuestos a dejar de ser niños buenos. Deseaban mostrar al mundo su descontento con una sociedad que los había traicionado arrebatándoles su futuro. Aceleraban y amplificaban sus guitarras. Con apenas tres acordes, componían canciones simples de letras agresivas, francas y claras. Tocaban más alto, más rápido y más fuerte porque tenían mucho que decir allí donde todos callaban. Como los antiguos filósofos cínicos, estos jóvenes díscolos se atrevieron a gritarle las verdades a una sociedad hipócrita, eligieron vivir a contracorriente, eligieron vivir a contracorriente de una cultura que ocultaba la situación de alienación y opresión del individuo, y apostaron por una estética que los diferenciase todo lo posible de aquella sociedad que criticaban.

A diferencia del movimiento hippie (los epicúreos del siglo XX), el punk (como el cinismo) es urbano: no se recluye en el jardín ni huye al campo, sino que se instala en el ágora, el corazón de la ciudad, para sacar a la luz aquello que el sistema desea que quede oculto. El punk no confía en la paz y el amor de la revolución flower power, puro voluntarismo, y por ello adopta una estrategia similar a la cínica, de confrontación directa con el sistema a través de una crítica agresiva, satírica y mordaz. Frente a músicas que cantan lo que los hombres sueñan ser, el punk canta lo que realmente somos, nos guste  o no. Tanto el punk como el cínico no pretenden agradarnos, sino hacernos reaccionar.

Otra cosa que comparten cínicos y punks es una similar etimología: ambos términos son un insulto. Punk es un improperio que se usó contra los jóvenes que iniciaron el movimiento, con intenciones similares a como se había utilizado cínico en la antigua Grecia. LA palabra inglesa viene a significar algo así como “basura”, “vago”, “despreciable” o “escoria” y la empleaban aquellos que no soportaban el comportamiento incivilizado de estos jóvenes. Siendo coherentes con su actitud contracultural, provocativa y burlona, los primeros punks, al igual que los primeros cínicos, lejos de ofenderse, adoptaron el improperio como escudo de armas. Con el tiempo, el término punk vino a significar una filosofía existencial que se resume con el lema “hazlo tú mismo” o “hazlo a tu manera” y que defiende unos principios de inspiración claramente cínicos: incomodar lo establecido, rechazar los dogmas religiosos y morales, provocar a través de la transgresión y la excentricidad, ofender al buen gusto, cuestionar a la autoridad, despreciar las modas, denunciar la manipulación mediática, criticar tanto el capitalismo como el consumismo que lo sostiene, enarbolar la bandera del pensamiento crítico, molestar al sistema que controla y organiza la vida del individuo, abogar por posiciones libertarias y antifascistas, luchar contra el miedo  a las repercusiones sociales, contrariar y entristecer a la masa borreguil y, en definitiva, devolverle, sin miedo, la mirada al poder para sacar a la luz sus contradicciones. El movimiento punk rescató el ideal cínico de “asalvajar la vida". En ambas filosofías de vida hubo un deseo de regresar a lo primitivo porque tenían el convencimiento de que el supuesto progreso de la civilización conduce a un callejón sin salida. Los punks hicieron uso de su estética para llamar la atención a navegantes y obligarnos a corregir el rumbo. Sus pinchos, sus tachuelas y sus crestas nos alertaron de que la nave va por el camino de encallar. Generaron conmoción, repulsión y escándalo hacia una cultura dominante creada por dominadores. Valoraron lo sucio, lo estridente y lo iconoclasta. Apostaron por una vida tribal y primitiva en las calles de las grandes ciudades. Cuando la civilización falla, lo mejor es recordar que no dominamos la naturaleza, pertenecemos a ella.

(Eduardo Infante. No me tapes el sol Cómo ser un cínico de los buenos. Editorial Ariel. Barcelona. 2021)